Proponer actividades de juego que demanden centrar la atención por
tiempos cada vez más prolongados, planear situaciones y tomar decisiones
en equipos para realizar determinadas tareas, asumir distintos roles y responsabilidades
y actuar bajo reglas acordadas, son situaciones que los pequeños
disfrutan, porque representan retos que pueden resolver en colaboración.
Cabe destacar que el progreso de las competencias motrices en los niños no está ligado a las actividades de ejercitación por la ejercitación misma;
es decir, resulta mejor trabajar situaciones en las que pongan en juego el
movimiento y el intelecto (armar y desarmar rompecabezas, etcétera), que
insistir en una sola actividad suponiendo que su repetición los ayuda a coordinar mejor (repasar contornos de figuras preelaboradas, etc.), ya que estas
actividades suelen cansar a los niños, pues les demandan mucho tiempo en
su realización y les impiden el movimiento libre.
Los niños con necesidades educativas especiales o con alguna discapacidad
motriz, aunque requieren atención particular, deben ser incluidos en las
actividades de juego y movimiento y apoyados para que participen en ellas
dentro de sus propias posibilidades. Animarlos a participar para que superen
posibles inhibiciones y temores, así como propiciar que se sientan cada vez
más capaces, seguros al participar y que se den cuenta de sus logros, son
actitudes positivas que la educadora debe asumir hacia ellos y fomentar en
todos los niños y las niñas del grupo.
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